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Comer cebollas, mancharse los dedos de ceniza y ponerse un babero para no acabar perdido. Dicho así, no parece el plan más apetecible del mundo, pero cuando uno prueba su primer calçot entiende por qué los catalanes aman este producto. Su dulzor y su ternura, el sabor ahumado y el remate de la salsa romesco (hecha con almendras, tomate asado y ñoras) los convierte en una experiencia gastronómica única, mientras que el rito de cogerlo con las manos, ponerlo sobre la boca y engullirlo mirando para arriba garantiza la diversión.
¿Pero qué son los calçots? Las cebolletas catalanas.
Pues básicamente se trata de una cebolla de forma alargada que tiene su epicentro de producción en Tarragona. Los calçots o calsots, son uno de los platos más emblemáticos de la gastronomía catalana.
Se cultivan bajo tierra, plantados en surcos de tierra que se “calça” sobre estas cebolletas para mantenerlas tapadas mientras crecen, y de ahí parece que les viene dado el nombre de calçots. Al comerlos, tienen una textura tierna y un sabor dulce.
Cuentan que se descubrieron casi por casualidad, cuando un campesino se percató de que esta cebolla blanca, cocinada al fuego y acompañada de una salsa, estaba realmente buena. Lo demás es historia, y el calçot se convirtió en lo que es hoy, un pequeño manjar asequible para todos.
¿Cómo se comen los calçots?
Ponte el babero, moja en romesco y para dentro
Si ya tienes claro el cocinado perfecto (hacer un fuego fuerte y, sobre una parrilla, colocar los calçots hasta que su capa exterior esté carbonizada), y ya los has dejado reposar una media hora envueltos en papel de periódico, ha llegado el momento de contarte cómo se comen los calçots para que no quedes mal en tu próxima calçotada 🙂
Lo primero, asume que esto se come con las manos, te mancharás, y un babero gigante puede ser una herramienta de gran ayuda en época de calçots. Aclarado esto, coge tu primer calçot y retírale la capa externa, la negra, la que se ha carbonizado con el fuego, para encontrarte con la cebolleta jugosa y tierna, mójala bien a gusto en la salsa y, por último, a la boca, si es posible entero. ¡No te comas el tallo! la parte blanca es la comestible. La proporción “facilidad de preparado-disfrute” es la misma, muchísima, vaya.